El poder político, que no es un poder- poder – o sea, que no es un poder “fáctico”-sino un poder por delegación, aunque obtenga su legitimidad formal de la mayoría de votos que permiten su ejercicio, necesita construir y mantener su autoridad a través de la permanente imposición de una definición de la realidad que lo defienda de sus adversarios. Es decir: por mucho que un gobernante asegure que lo importante son los hechos y no las palabras, en el fondo sabe que sin palabras, los hechos en sí mismos no significan nada, o peor, que pueden significar cosas contrarias. Vean, si no, como las dos mayores “victorias” postestatutarias según el Gobierno tripartito – el acuerdo de financiación y el traspaso de cercanías-,perfectamente objetivables en su dimensión fáctica, pueden ser consideradas simultáneamente como las dos mayores derrotas del Gobierno y la prueba definitiva de las limitaciones estructurales del actual Estatuto de autonomía. La cuestión no está sólo en los hechos, sino en las expectativas, en las ambiciones, en los horizontes dentro de los cuales cabe situarlos y, en definitiva, juzgarlos.
Una ocasión oportuna para observar esta necesidad de definir la realidad a favor propio para simular una voz con autoridad la dan las declaraciones oficiales y los discursos formales de los máximos líderes políticos. Y el reciente discurso de fin de año del president José Montilla nos ofrece un caso de absoluta transparencia. Relean una de las frases centrales del discurso, la que quizás haya provocado mayor debate, sobre las disyuntivas que Catalunya deberá decidir en el 2010: “Pararnos, retroceder o buscar falsos atajos, o mantener el horizonte que nos hemos trazado y asegurar que una gran mayoría se compromete a trabajar para conseguirlo”. En su formulación, y teniendo en cuenta que de lo que se trata es de decidir el “camino a seguir”, no queda ninguna duda que ni pararse, ni retroceder ni seguir atajos falsos – cada posibilidad fácilmente atribuible a las ofertas de los partidos oponentes, dentro y fuera del Gobierno-,son verdaderas disyuntivas. De manera que si Montilla impusiera a la sociedad catalana su definición presidencial de la realidad política actual, sólo cabría un posible camino que andar y una única decisión razonable que tomar en el 2010: votar PSC.
Afortunadamente, en este caso, la capacidad para imponer su definición de realidad no está en la fuerza retórica del discurso sino en algo más prosaico y, en el fondo, menos eficaz: en el hecho de que fuera emitido en horario de gran audiencia y recibiera la máxima atención informativa. Se trata de una fuerza cuantitativa, pero no cualitativa, por decirlo de alguna manera. Si no, vean el gran efecto que produciría un pequeño cambio en las palabras de Montilla sobre las disyuntivas posibles en el camino a seguir: “Pararnos, retroceder o seguir dando rodeos, o atrevernos a dar el gran paso que nos hemos trazado y asegurar que una gran mayoría se compromete a trabajar para conseguirlo”. Simplemente, he convertido “mantener el horizonte” en “seguir dando rodeos”, y los “falsos atajos” en el “gran paso”. Y, disculpen la petulancia, pero dadas las circunstancias creo que retóricamente es algo más convincente la idea de invitar a dar un gran paso – el que fuere-que la de mantener horizontes, que, en una situación de crisis general y con la amenaza del Tribunal Constitucional en ciernes, no resulta de un gran atractivo político.
Por lo que llevo leído, parece ser que lo que más molestó de esta frase del presidente Montilla fue que abandonó su tono institucional, incluso gubernamental, para entrar en el debate partidista ante unas elecciones que se acercan dos días por cada uno que pasa. Hilan muy fino, los políticos, cuando juzgan a sus oponentes. En cambio, para mí, lo que verdaderamente interesa de la frase es su retórica confusa, si no contradictoria. Por una parte, está la voluntad clara de descalificación del independentismo, aun evitando nombrarlo pero recurriendo al eufemismo con significado negativo del “falso atajo”. Pero, por otra parte, no deja de ser interesante que, aunque falso, lo considere un atajo, de manera que lo descalificado, al final, sólo es el camino propuesto aunque quizás no el objetivo: ¿considera el presidente que existe un atajo bueno para llegar a la independencia? O, incluso, ¿cree Montilla posible que los rodeos del PSC nos podrían a llevar, con más tiempo, al mismo destino? Y, por encima de todo, ¿es cierto que las próximas elecciones ya ofrecerán la posibilidad de “tener el derecho a decidir” si optamos por los atajos, sean buenos o falsos?
No me cabe la menor duda de que se acercan unos meses en los que hablar de “falsos atajos” para mencionar al independentismo sin nombrarlo, o calificar el soberanismo de CiU como “deriva” para sugerir una pérdida de rumbo sin explicitarlo, van a ser protagonistas del debate político. Y no es menos cierto que quizás también se hable de los “rodeos” del PSC (en catalán, de las marrades,con un sentido menos suave que el de ambigüedad o divagación y más cercano a la idea de movimiento tortuoso y erróneo). Sí: es muy probable que los que están insistan en hablar de derivas, atajos y rodeos. Pero creo que al país le sabrá a poco, y va a exigir que se discuta sobre nuevos horizontes y proyectos.