La tercera ronda de consultas populares sobre si se está de acuerdo con que “la nación catalana acabe siendo un Estado de derecho, independiente, democrático y social, integrado en la Unión Europea” – una pregunta que ha sufrido algunas variaciones en según qué ciudades-sigue siendo un fenómeno difícil de mesurar socialmente, de domesticar políticamente y de predecir electoralmente. Primero, difícil de mesurar en su envergadura porque las consultas se están desarrollando desde unas bases organizativas verdaderamente modestas, en algunos casos superando obstáculos más o menos sutiles, más o menos descarados.
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