Permítaseme ser ingenuo

  • De acuerdo: hay razones para no echar las campanas al vuelo por el anuncio del cese de las acciones armadas de ETA. Se han frustrado tantas veces las esperanzas, que como en el cuento de Pedro y el lobo, ahora todos nos curamos en salud. Incluso, también es cierto, en el mensaje se puede echar de menos concreciones y, como algunos parece que piden con tanta prisa, arrepentimientos. Pero entre la satisfacción moderada, incluso la precaución serena, y el desdén hacia el cese de actividad armada con el que se está reaccionando por parte de los gobiernos vasco y español, y en voz de los medios de comunicación de fidelidad nacional española, creo que hay un trecho demasiado largo.

Lo digo porque no parece que se corresponda el deseo que se suele expresar de un final de la violencia con este menosprecio a algo que, llegue por la razón que llegue, incluso si en el peor de los casos no fuera definitivo, ya supone un alivio para las personas amenazadas. Si es que el escepticismo de la respuesta que ha recibido el comunicado de ETA ya forma parte de una estrategia negociadora futura, aun podría entenderlo: ¡no vayan a creerse los de la “organización” que la otra parte se ablandará tan fácilmente! Pero si se trata de una respuesta estrictamente ideológica, de una manifestación de intransigencia política, entonces estaríamos ante una reacción estúpida. Se mire por donde se mire, que ETA anuncie el cese de “acciones armadas ofensivas”, es una noticia fantástica que, si no es correcto manifestarlo en público, por lo menos debería celebrarse en secreto.

Ciertamente, va a hacer falta mucho coraje para aprovechar la nueva oportunidad. Los menosprecios arrogantes no creo que sean otra cosa que la manifestación de la falta de valentía para afrontar las dificultades y riesgos políticos para liderar el fin definitivo de ETA. Pero como decía el obispo Desmond Tutu, “la paz se suele firmar con el enemigo”, no con los amigos. Y añado otra idea de cosecha propia: sin algo de ingenuidad, de buena voluntad, la humanidad no habría avanzado nunca hacia los grandes ideales y esperanzas.

Permítanme, pues, la ingenuidad: voy a celebrar por todo lo alto el enésimo comunicado de cese de la violencia de ETA, como si fuera el primero. Aun a riesgo de que me coja el lobo.

 

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