No confío para nada en la posibilidad de que la clarificación conceptual académica de un término del que se abusa en política pueda deshacer los entuertos que provoca su aplicación inadecuada. La política no está para perder el tiempo en precisiones terminológicas, sino para usar las palabras como dardos contra los adversarios, y por esa razón les saca punta para que la herida sea más profunda. Ha ocurrido en la última década con la palabra nacionalismo,a la cual se ha conseguido pegarle todo tipo de sospechas: agresividad, exacerbación, desprecio al otro,victimismo, exclusión, xenofobia…
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