Con muchas ganas de futuro
Tengo la absoluta convicción de que Catalunya está saliendo rápidamente de su etapa depresiva. Hasta hace pocos meses, el relato hegemónico, el frame desde el que se observaba la realidad catalana era el de un país en declive: fracaso del sistema educativo, deterioro del modelo sanitario, incapacidad para salir de la baja productividad, desafección hacia la política, y todo sumido en una grave crisis de valores… Cualquier dato que encajase con esta interpretación de la realidad catalana era informativamente sobredimensionado como una prueba más del gran desastre. Conservo la imagen de aquella manifestación en Barcelona de okupas de unos años atrás con un “Està tot fatal” como eslogan de cabecera. Al cabo de poco, era el conjunto de la sociedad catalana que parecía coincidir con aquel diagnóstico tan preciso: todo estaba fatal. Un gran triunfo de los primeros.
En Catalunya, el país nunca ha estado tot fatal.Ni las escuelas, ni las universidades, ni los hospitales, ni las empresas, ni las instituciones políticas. Ni tampoco las actitudes básicas de una ciudadanía que ha seguido demostrando gran capacidad para la convivencia pese a las enormes dificultades surgidas en tiempos difíciles.
No me he cansado de repetirlo todo este tiempo, hasta la saciedad, con escasa fortuna. Todo podía y puede ser objeto de mejora, por supuesto. Pero lo que ha sumido el país en su estado depresivo no ha sido la propia realidad, sino una interpretación de esta que impedía encarar el futuro con la determinación necesaria. Recuerdo aquella información de La Vanguardia sobre la calidad del semen de los españoles según autonomías, y como no podía ser de otro modo, el de peor calidad era el catalán. Creer que el semen se ajusta a las lógicas del autonomismo constitucional es un absurdo científico, pero si la absurdidad encajaba en el marco dominante, los resultados parecían plausibles.
Con más perspectiva, quizás algún día podamos estudiar los orígenes del clima depresivo que nos perjudicó a todos, incluyendo a la acción de unos gobiernos que, pese a ser notable en muchos casos, habrá quedado teñida injustamente por ese estado de ánimo colectivo. Pero ahora lo que interesa es saber que estamos saliendo del pozo y constatar que no es una simple impresión pasajera. Yen este sentido, si hay algunos datos que son de fiar, son los que nos llegan del empresariado catalán. Veamos: el mundo empresarial se caracteriza por concentrar toda su capacidad de riesgo, que es o debería ser mucha, en su negocio, y generalmente ya no le queda nada de atrevimiento para su relación con el resto de los asuntos. De ahí, probablemente, su conservadurismo existencial, más allá incluso de las ideologías. El principio suele ser: “Que no se mueva nada, no vaya a poner en jaque mi gran apuesta empresarial”. Por esa razón, cuando muy recientemente el empresariado catalán ha empezado a mostrar voluntad de renovación y compromiso más allá de sus propias narices, cuando ha empezado a demostrar capacidad para asumir riesgos más allá de sus negocios particulares, es que el país está saliendo de aquel patético estado de ensimismamiento romántico complaciente con una conciencia desgraciada.
Que esto es así lo acaba de demostrar el Cercle d´Economia, una institución conocida por su actitud sumisa – por lo menos públicamente-ante el statu quo que fuere. El documento hecho público hace pocos días rompe con esta actitud y, saliendo como sale de un necesario consenso entre todos los sectores que representa, apunta a un verdadero nuevo equilibrio de fuerzas en el que la ambición de futuro colectivo está más que clara. Si este documento es resultado de la media de las posiciones internas, puede sospecharse que entre sus dirigentes hay personalidades realmente dispuestas a sacar el país adelante. También lo muestra otra institución de tradición más dócil si cabe a los equilibrios institucionales: la Cambra de Comerç de Barcelona. Su posición durante la negociación para la nueva financiación de Catalunya nunca se distinguió por ser más exigente que la del Gobierno, sino por una curiosa coincidencia táctica. Pero en su documento de esta semana sobre los presupuestos del Estado para el 2011, la denuncia rotunda del menoscabo inversor para con Catalunya y del incumplimiento de los acuerdos pactados derivados del Estatut son absolutamente diáfanos. Enhorabuena.
Finalmente, ahí está también la candidatura renovadora Foment Futur para las elecciones en esta gran institución de representación empresarial. Foment Futur introduce por primera vez la posibilidad de una elección competitiva – algo que no debería asustar a ningún emprendedor, ¿no es así?-,con programa y compromisos concretos, más allá de asegurar un tranquilo reparto de asientos según privilegios adquiridos. Un estilo más propio de una organización funcionarial de esas que tanto abominan los empresarios que de una institución formada en las brillantes escuelas de negocios catalanas. Y es que una cosa es predicar, y otra dar trigo, como cuando cierto empresariado, hasta hace poco, se hartaba de pedir mejor formación al país y luego sacaba a los estudiantes de secundaria de los institutos para conseguir mano de obra barata o pagaba la formación a precio de basura. Si algo aportará Foment Futur, según su decálogo, es un estilo nuevo de gestión activo, transparente, participativo, independiente, cooperativo, abierto, excelente, competitivo, comprometido y ambicioso.
Podría haberles indicado muchos otros frentes en los cuales el país está renaciendo de sus cantadas cenizas, pero me ha parecido más significativo señalar los sectores más renuentes al cambio y que precisamente en tiempos adversos han decidido tomar las riendas de un futuro que nos atañe a todos: el Cercle d´Economia, la Cambra de Comerç o Foment. Y ya espero con ansia el posicionamiento de la Cecot este viernes en su Nit de l´Empresari.