Alta participación

Discrepo de la mayoría. No creo – quizás es que no quiero creerlo-que se dé una gran abstención en las elecciones de hoy. De acuerdo en que muchos catalanes saldremos de casa para ir a votar sin haber decidido aún el sentido de nuestro voto. No porque nos dé igual votar cualquier cosa, sino porque hay desafíos muy graves en juego, pero muy distintos, cuya respuesta exigiría votos distintos.

No se trata, pues, de si elegir entre voto de responsabilidad o de voto de convicción: el dilema está en cuál debería ser la primera responsabilidad, e incluso la primera convicción.

Es cierto que se discute cómo gestionar la crisis. Pero, aun no siendo un referéndum, también es cierto que ahí está la necesidad de respuesta al callejón sin salida de la sentencia del Tribunal Constitucional.

Pienso en la manifestación del 10 de julio, pero también en el editorial conjunto de la prensa catalana, liderado por La Vanguardia,y las advertencias que hacía sobre las consecuencias de una sentencia negativa.

¿Lo decíamos en serio o todo ya está olvidado? De manera que la mayoría de los catalanes va a tener, si no el corazón, por lo menos el voto dividido: ¿mejor asegurar una buena gestión gubernamental o garantizar la unidad de España?, ¿mejor apostar por unas políticas sociales, que en cualquier caso no se podrían desarrollar por la crisis, o dar ventaja al clamor popular a favor de la independencia? ¿Votamos por dar el pistoletazo de salida anticipado al cambio en España o atendemos a los graves y urgentes problemas del país?

Mi especulación – lo siento, pero la nariz no me funciona por el resfriado electoral que llevo encima-es que tanto dilema, tanta duda, pone en alza el valor diferencial del voto. Hay dudas que paralizan, sí. Pero los dilemas de hoy son – quizás quiero creer que son-de los que movilizan. En cualquier caso, que nadie olvide que del derecho a decidir se deriva el deber de votar.