El partido político quizás sea una buena estructura para organizar la ocupación del poder, pero, a todas luces, resulta ser un aparato absolutamente negado para el desarrollo de un pensamiento político crítico y lúcido. De manera que resulta difícil imaginar algo más absurdo que la figura del intelectual orgánico, ya que nunca la inteligencia ha sido orgánica, y los aparatos políticos siempre han combinado mal con la libertad de pensamiento. No descubro nada nuevo, de acuerdo. Pero lo hemos podido constatar nuevamente y con rotundidad con los discursos tópicos y previsibles oídos durante las últimas semanas después de la apabullante victoria de CiU en las pasadas elecciones.
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