De los recortes a las virtudes

La salida de la crisis va a mostrar lo mejor de nuestro país. Porque, claro está, doy por supuesto que saldremos de ella incluso reforzados social, política y económicamente, y porque sólo con nuestras mejores virtudes podremos superar las enormes dificultades en las que estamos atrapados. Sobriedad y ahorro, inteligencia y tenacidad, solidaridad y templanza, confianza y laboriosidad. Ni que decir tiene que la crisis también está sacando a la luz pública nuestras peores debilidades, dando lugar a un dramático combate en el plano público pero también en el personal. Simultáneamente, exigimos salvarnos del ahorro presupuestario y estamos estudiando por dónde podemos recortar nuestros gastos; cargamos las culpas de todo el desastre en los demás, pero cada uno sabe íntimamente hasta qué punto se sumó al desmán; estamos indignados con la ilimitada codicia de los grandes poderes económicos, pero sabemos bien que acabaremos pagando los platos rotos. Hay que entender el momento actual, pues, como un periodo en el que se debaten razones y sentimientos ambivalentes que al final, sin ninguna duda, se inclinarán hacia lo virtuoso.

Otra cosa son las causas de esta crisis, cada día más claras, cada día con responsabilidades mejor delimitadas en las decisiones y comportamientos de ciertas organizaciones y personajes. El extraordinario documental de Charles Ferguson actualmente en nuestras pantallas, Inside Job -en argot, algo así como crimen organizado o crimen mafioso-, pone al descubierto que no se trata de una típica crisis cíclica del capitalismo, sin padre ni madre, sino que en este caso tiene nombres y apellidos. La desregulación del sistema financiero al servicio de la codicia desbordada de unos pocos, encubierta por dirigentes políticos vendidos a los intereses de estos, y todo ello amparado por teorías académicas y supuestos informes de expertos a cambio de participar en el botín dan perfecta cuenta de lo que ahora vamos a pagar entre todos. Impresionante descubrir a respetables capos mafiosos, ante los cuales empequeñecen los Al Capone reales y los Corleone ficticios, ocupando los máximos puestos de control de la corrupción. El análisis de Ferguson en este documental que se acaba de estrenar ya estaba bien descrito, con suma claridad y dos años de anticipación, en el libro de Francesc Cabana La cultura de la cobdícia. Les claus de la crisi econòmica a Catalunya,publicado por Pòrtic el 2009. Cabana señala las dos causas principales del drama: la estupidez y la soberbia, que son atributos humanos y no sistémicos. Vean uno y lean el otro, por este orden o al revés, pero no se pierdan ninguno de los dos si quieren profundizar en la complejidad de los tiempos que vivimos.

Para analizar a fondo esta crisis hace falta entender algunos tecnicismos económico-financieros, pero para comprenderla bien basta conocer el irrefrenable poder de la codicia humana. Soberbia y estupidez, señala Cabana, pero también el imperio del cinismo moral y de la corrupción. También en el 2009 La Campana publicaba la tan oportuna Breu història de la corrupció de Carlo Alberto Brioschi -edición original del 2005, mucho antes de que todo estallara- y que resulta no menos ilustrativa de lo que ahora estamos viviendo. Preclaro el último capítulo del libro, “Els grans cracs financers i el futur de la corrupció”, como para luego andar diciendo que nadie podía prever lo que nos venía encima. Y es que si algo atraviesa toda la historia de esta crisis, ciertamente, es la corrupción como levadura de todo lo demás. La corrupción política, sin la cual la mafia financiera no habría podido cometer su sofisticada estafa a gran escala, pero también la corrupción académica que, por proximidad profesional, veo particularmente escandalosa. Si sería necesario exigir responsabilidades penales a tantos financieros y a sus organizaciones fraudulentas, ¿por qué habrían de escapar de juicio universidades y profesionales que fueron cómplices necesarios -y beneficiarios- de los crímenes mafiosos cometidos por los primeros?

La salida de la crisis actual va a necesitar mucha inteligencia económica para guiar los pasos necesarios hasta conseguir restablecer unos índices de crecimiento que permitan crear empleo y recuperar el equilibrio, la equidad y el bienestar general al que justamente aspiramos. Pero lo que va a ser igualmente imprescindible será conseguir una sociedad mucho más exigente consigo misma, y particularmente con sus líderes políticos y con las organizaciones sociales y económicas que dirigen nuestros destinos. Los tiempos de crecimiento económico lo fueron también de relajamiento de las costumbres. Los electores han sido no sólo indiferentes, sino incluso benévolos con los políticos corruptos. Los usuarios han sido indulgentes con los medios de comunicación expertos en mentir y provocar el odio… Y la corrupción banal, la del pequeño hurto a la empresa, el engaño en el servicio público o el regalo a cambio del favor han acabado siendo tan comunes que han parecido inocentes. En definitiva, que con los recortes presupuestarios no hay ni para empezar. Lo que nos exige el Gobierno actual es la parte fácil del cambio que está por venir. La más difícil, la de entrenarnos en la práctica de las virtudes que nos sacarán de las crisis.