La dispersión del independentismo

Estas elecciones no eran un referéndum sobre la independencia. Pero qué duda cabe que muchos se preguntarán, a la vista de los resultados, dónde están, en qué se notan, las consultas por la independencia, la manifestación claramente soberanista – que no independentista-del 10-J o los datos de las encuestas que, para una hipotética consulta sobre abandonar España, daban casi la mitad de votos afirmativos. Pues bien, una respuesta general no parece tan difícil de dar, si se tienen en cuenta un par de datos. Por una parte, a la vista del contexto de crisis al que había que dar respuestas claras con un gobierno fuerte, ahora no era el mejor momento para plantear el gran dilema acerca del futuro desencaje de Catalunya en España. Y creo que, efectivamente, son muchos los independentistas que han considerado oportuno aplazar tal envite a la hora de dar su voto en estas elecciones.

Por otra parte, el independentismo se ha presentado dolorosamente dividido, como suele ser habitual en las riñas familiares. En el caso de ERC debe a sus electores pasados y actuales un ejercicio de reflexión sobre las causas de su retroceso justo cuando el contexto general le era lo más favorable posible. No sólo se trata de las divisiones internas: no hay que perder de vista que la estrategia ahora castigada tuvo precisamente a Carod-Rovira de teórico principal. ERC no debería engañarse, buscando culpas fuera. Joan Puigcercós ha sabido reorientar un partido dividido, pero lo ha hecho tarde, sin gestos claros y sin reconocer públicamente el fracaso de la estrategia que debía justificar el segundo tripartito. De 21 diputados a 10, y de un 14 a un 7 por ciento de apoyo, con doscientos mil votos menos, merecen un profundo ejercicio de autocrítica.

Otra cosa es el resultado de las dos nuevas opciones independentistas. Si se hubiese evitado la precipitación de Solidaritat Catalana, si Reagrupament hubiera sido capaz de integrarlo todo, ahora estaríamos hablando no únicamente de la suma de sus respectivos resultados, sino de un número de votos muy superior. Su división ha producido mucho desánimo en su ámbito de influencia, imposible de traducir cuantitativamente.

Quizá parezca imposible, pero los días previos al domingo mucha gente del mundo independentista dudaba entre el voto a CiU o a uno de los nuevos partidos independentistas. Y, aun con el resultado de ese 4,5 por ciento de votos acumulado de SC y RCat, es claro lo que ha ocurrido: la probable otra mitad en juego se la ha llevado CiU. Y sin SC o RCat, todo habría sido para Mas.